En Colombia junto con la Tunda y la Patasola se encuentra la leyenda de la llorona. Según la tradición colombiana, es un espíritu vagabundo por montañas, valles lagunas y ríos, viste con un vestido variopinto que roza sus talones. Tiene una extensa y ondulada cabellera en negro y dorado, sobre el cabello los cocuyos, mariposas y luciérnagas suelen posarse.
Una calavera espantosa es su rostro, dos bolas enormes giran en las cuencas de os ojos. Un cordón umbilical cuelga de la nariz y muerde un tallo de rosa roja con grandes dientes. Aunque existen diferentes versiones de la llorona en Colombia, está leyenda sigue viva, la gente cree que aún vaga buscando sus hijos. Conoce un poco sobre sus orígenes y su leyenda.
Vaga buscando sus hijos
Origen de la llorona de Colombia
Existen distintas versiones de la llorona en Colombia, pero la leyenda que más se ha divulgado es la del espectro que vaga gritando de dolor producto de la muerte de su amado hijo, es una mujer que deambula con un bebé en brazos, tiene una extensa y rizada cabellera. Usa una larga batola hasta los talones y muñecas, en sus enromes manos ensangrentadas y huesudas, arrulla a un niño muerto.
Se le da el nombre de la Tarumama o la María Pardo, se dice que deambula por las calles desesperada por sus hijos, se queja de manera estremecedora para que las personas se le acerquen. Algunos también piensan que la llorona solo se encuentra en cementerios y lleva en sus huesudas manos una vela, sin dejar de llorar por la pérdida de su hijo.
La llorona de Colombia
Durante las frías noches de luna llena, entre los yarumos y cafetales, suele escucharse el horrible grito de la llorona. Mujer toda cubierta por harapos sucios por el sol y la lluvia, con el rostro cadavérico, que un día fue una joven hermosa con ojos deslumbrantes que atrapaban todas las miradas masculinas en los pueblos. Hoy sin ese esplendor, atormentada por el crimen cometido vaga por las veredas sin sosiego, una madre llena de delirios que asume tener un niño entre sus brazos.
Lastimera, diosa del desconsuelo y los tábanos, nunca deja su canto fúnebre a pesar de que trata de olvidarlo, atraída por el invisible tejido de las mariposas al aire en ríos. En ciertas noches ronda las ventanas de las casas de aldeanos, se detiene presa del dolor y al escuchar las guitarras, las voces con el olor de tabaco y aguardiente espantaban el alba.
Tiene cualidad de espejismo, algunos la han visto lamentándose por el inf4nticidio y hermosa como antes. Otras personas dicen haberla visto con sus ojos ardientes, rostro de calavera, el cabello alborotado y quejándose espantosamente hasta sacudir las laderas. Independientemente como sea su aparición, nadie quiere verla; con solo escuchar el grito desesperado saben lo espantoso que se esconde en el matorral.